lunes, 12 de enero de 2015

EL LOBO- Cuento de Flora Elena Antonetti.

EL LOBO

Fausto estaba preocupado, muy preocupado. Es que últimamente sentía un fuerte rechazo de parte de todas las personas.
Si iba a hacer una compra, el vendedor, lo dejaba para atenderlo al último. En el trabajo, nadie se le acercaba y cuando él lo intentaba, lo evitaban con cualquier excusa, generalmente poco creíble. En la calle la gente se cruzaba de vereda al verlo venir, los niños pequeños, lo miraban con susto, hasta corrían junto a su madre, si él se les acercaba. Solo en su casa estaba cómodo. Su  esposa y su pequeño hijo… lo aceptaban como era ¿lo aceptaban?... Bueno, no siempre, sobre todo el pequeño que recelaba de él y a veces, cuando llegaba, se escondía o se abrazaba a su mamá.
Como Fausto era una persona muy inteligente decidió hacer algo al respecto.
Lo primero que hizo fue comprar un espejo con aumento, para ver bien, lo que los otros veían en él. Lo apoyo en una de las paredes de su casa y al quitarle el envoltorio pudo verse, al hacerlo…dio un grito y se apartó. Volvió a intentarlo y despacito se acercó nuevamente al espejo, con idéntico resultado. Lo hizo una y otra vez hasta que pudo resistir su propia imagen.
Se contempló durante un buen rato y lo que pudo ver, fueron ciertos cambios en su rostro, muy sutiles, pero que, le cambiaban la fisonomía por competo.
Su nariz era más larga y puntiaguda, sus ojos tenían una mirada más dura y penetrante, sus labios eran más finos, sus pómulos más altos, su frente mas angosta. Era él, pero su expresión había cambiado. Se parecía a…a…a un…a un…lobo, si a un ¡lobo! Con razón nadie lo quería, él asustaba, daba miedo.
Algo tenía que hacer al respecto, no podía andar por este mundo asustando gente.
Se metió en todos los sitios de Internet que informaban sobre cambio de  rostros. También recurrió a librerías y bibliotecas para consultar viejos libros de brujerías y cosas por el estilo.
Después de mucha consulta y búsqueda llegó a la conclusión de que, lo que le pasaba era a causa de sus maldades y últimamente había hecho muchas. La mayoría de ellas fueron para sacarles dinero a las personas, con mentiras, trampas y manipulaciones.
Porque, Fausto, amaba al dinero, más que a nada en el mundo, más que a su esposa y a su hijo, más que a su madre y a sí mismo, más que a Dios.
Bueno el no creía en Dios, esas cosas eran de mujeres. Sí, iba a la iglesia. Era bueno ir, porque allí, había muchos incautos.
La solución para resolver su problema era por demás sencilla, para sacarse la cara de malo, debía volverse bueno.
Pero eso significaba renunciar a su gran amor…el dinero. Seguro que encontraría otra solución.
Pensó y pensó y se le ocurrió una idea maravillosa que le permitiría quitarle dinero a la gente sin que esta se diera cuenta y sin que le temieran.
Lo opuesto a un lobo, es una oveja. Sí una oveja, entonces, se maquillaría la cara hasta parecer una oveja. Nadie se asusta de ellas.
Manos a la obra, fue al campo y fotografío el rostro de muchas ovejas. Compró todos los elementos necesarios para el gran cambio. Se pasó horas frente al espejo estudiando todas las formas posibles de maquillarse, hasta que se sintió conforme.
También estudió las costumbres de las ovejas, su mansedumbre, su quietud y su aceptación a las órdenes del pastor. Debía actuar como una de ellas para que su engaño fuese creíble.
Sí y sí, ahora tenía cara de bueno, sin ser bueno, ahora podía engañar, mentir y robar tranquilo. Nadie y menos en la iglesia, se darían cuenta que Fausto era un terrible lobo… vestido de oveja.